La liebre y el conejo

 La liebre y el conejo


El conejo pisó algo frío y duro y en un abrir y cerrar de ojos, ya estaba sujeto a una trampa de un cazador. Aunque se había prohibido hace ya algunos meses que los cazadores dejaran tiradas estas máquinas para matar, seguramente había sido olvidada por uno de ellos. Afortunadamente iba pasando por ahí una liebre que a pesar de no tener buena fama, debido a su egoísmo, era el animal ideal para ayudar al conejo.

-¡Liebre!- alcanzó a gritar el conejo mientras aguantaba el dolor.
De pronto, la liebre se detuvo y se acercó al conejo mientras sonreía.
-Pero que tonto- dijo mientras analizaba la situación.
-¡Ayúdame!- suplicó el conejo.
-Me encantaría ayudarte -mencionó la liebre a carcajadas- pero el día de hoy estoy fatigado, así que suerte.
Y así lentamente se fue alejando del moribundo animal.
El conejo con mucho valor y casi sin fuerzas, tomó una bocanada de aire y con todo el poderío que le quedaba abrió la trampa y logró liberarse.
Más tarde ese mismo día, el conejo se dirigía a su casa, pero de pronto escuchó a lo lejos un grito de auxilio y rápidamente se acercó al lugar de donde provenía.
Habiendo llegado ya al lugar, fue tal su sorpresa que lo dejó boquiabierto, se encontró con la liebre enredada en una red de caza suplicando por su vida y pidiendo clemencia al conejo. Éste sin pensarlo dos veces, mordió con sus largos y afilados dientes las sogas de las que estaba armada esta trampa, liberando así a la liebre.
A partir de ese día la liebre fue tan cooperativa que incluso ayudaba más que el conejo.

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