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La liebre y el conejo

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 La liebre y el conejo El conejo pisó algo frío y duro y en un abrir y cerrar de ojos, ya estaba sujeto a una trampa de un cazador. Aunque se había prohibido hace ya algunos meses que los cazadores dejaran tiradas estas máquinas para matar, seguramente había sido olvidada por uno de ellos. Afortunadamente iba pasando por ahí una liebre que a pesar de no tener buena fama, debido a su egoísmo, era el animal ideal para ayudar al conejo. -¡Liebre!- alcanzó a gritar el conejo mientras aguantaba el dolor. De pronto, la liebre se detuvo y se acercó al conejo mientras sonreía. -Pero que tonto- dijo mientras analizaba la situación. -¡Ayúdame!- suplicó el conejo. -Me encantaría ayudarte -mencionó la liebre a carcajadas- pero el día de hoy estoy fatigado, así que suerte. Y así lentamente se fue alejando del moribundo animal. El conejo con mucho valor y casi sin fuerzas, tomó una bocanada de aire y con todo el poderío que le quedaba abrió la trampa y logró liberarse. Más tarde ese mismo día, e...

El caballo y el asno

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  El caballo y el asno Un asno y un caballo vivían juntos desde su más tierna infancia y, como buenos amigos que eran, utilizaban el mismo establo, compartían la bandeja de heno, y se repartían el trabajo equitativamente. Su dueño era molinero, así que su tarea diaria consistía en transportar la harina de trigo desde el campo al mercado principal de la ciudad. La rutina era la misma todas las mañanas: el hombre colocaba un enorme y pesado saco sobre el lomo del asno, y minutos después, otro igual de enorme y pesado sobre el lomo del caballo. En cuanto todo estaba preparado los tres abandonaban el establo y se ponían en marcha. Para los animales el trayecto era aburrido y bastante duro, pero como su sustento dependía de cumplir órdenes sin rechistar, ni se les pasaba por la mente quejarse de su suerte. Un día, no se sabe por qué razón, el amo decidió poner dos sacos sobre el lomo de asno y ninguno sobre el lomo del caballo. Lo siguiente que hizo fue dar la orden de partir. – ¡Arre, ...

La cigarra y la hormiga

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  La cigarra y la hormiga Érase una vez una descuidada cigarra, que vivía siempre al día y despreocupada, riendo y cantando,  ajena por completo a los problemas del día a día. Disfrutaba de lo lindo la cigarra del verano, y reíase de su vecina la hormiga, que durante el período estival, en lugar de relajarse, trabajaba duro a cada rato, almacenando comida y yendo de un lado a otro. Poco a poco fue desapareciendo el calor, según se avecinaba el otoño y sus días frescos, y con él fueron desapareciendo también  todos los bichitos que la primavera había traído al campo, y de los cuales se había alimentado la cigarra entre juego y juego. De pronto, la desdichada cigarra se encontró sin nada que comer, y cansada y desganada, comprendió su falta de previsión: --¿Podrías darme cobijo y algo de comer? – Dijo la cigarra dirigiéndose a la hormiga, recordando los enseres que esta última había recolectado durante el verano en su hormiguero. --¿Acaso no viste lo duro que trabajé mientr...

La zorra y las uvas

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  La zorra y las uvas Había una vez una zorra que estaba tomando un descanso bajo una bella viña. De pronto le sonaron las tripas del hambre y le dio por elevar la mirada, para descubrir un bello racimo de uvas que colgaba en una de las plantas más bellas. Pensó que aquellas uvas serían un espléndido alimento no solo para saciar su apetito, sino también para saborear algo distinto, refrescante y exclusivo. Así la zorra se dispuso a tomar las uvas, pero había un pequeño problema. El racimo que le apetecía, y otros iguales de bellos, estaban demasiado alto como para que pudiera alcanzarlos. De ello se percató apenas dio tres saltos. Por mucho que intentaba, apenas se acercaba. Incluso cuando buscó algo para apoyarse y ganar un poco en altura, vio cómo todo su esfuerzo era vano. Siempre se quedaba unos centímetros por debajo, lo suficiente como para que las uvas siguiesen embelleciendo la planta y no saciando su apetito. Tras mucho intentarlo la zorra desistió. Sin embargo, se percató...

La paloma y la hormiga

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 La paloma y la hormiga Un bonito día de primavera, cuando ya el sol iba cayendo en un caluroso atardecer, una blanca paloma se acercó a la fuente del río para beber de su cristalina y fresca agua. Necesitaba calmar la sed despúes de estar todo el día volando de acá para allá. Mientras bebía en la fuente, la paloma oyó unos lamentos. -¡Socorro! -decía la débil voz-. Por favor, ayúdeme a salir o moriré. La paloma miró por todaspartes, pero no vio a nadie. – Rápido, señora paloma, o me ahogaré. -¡Estoy aquí, en el agua! – se oyó. La paloma pudo ver entonces una pequeña hormiga metida en el río. – No te preocupes- dijo la paloma-, ahora te ayudaré a salir del agua. La paloma tomó rápidamente una ramita y se la acercó a la hormiga para que pudiera salir del agua. La pobre estaba agotada, un poco más y no lo cuenta. Quedó muy agradecida. Poco después, mientras la hormiguita se secaba las ropas al sol, vio a un cazador que se disponía a disparar su escopeta contra la paloma. La hormiga r...

El león y el ratón

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  El león y el ratón Después de un   largo   día de caza, un león se echó  a descansar debajo de un árbol. Cuando se estaba quedando dormido, unos ratones se atrevieron a salir de su madriguera y se pusieron a jugar a su alrededor. De pronto, el más travieso  tuvo la ocurrencia de esconderse entre la melena del león, con tan mala   suerte que lo despertó.  Muy malhumorado por ver su siesta interrumpida, el león atrapó   al ratón entre sus garras   y dijo dando un rugido: - ¿Cómo te atreves a perturbar mi sueño, insignificante ratón? ¡Voy a comerte para que aprendáis la lección! El ratón, que estaba tan asustado   que no podía moverse, le dijo temblando: - Por favor no me mates, león. Yo no quería molestarte. Si me dejas te estaré eternamente agradecido. Déjame marchar, porque puede que algún día me necesites  - ¡Ja, ja, ja! – se rió el león mirándole - Un ser tan diminuto como tú, ¿de qué forma va a ayudarme? ¡No me hagas reír!. P...

La liebre y la tortuga

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La liebre y la tortuga En el mundo de los animales vivía  una liebre muy orgullosa y vanidosa , que no cesaba de pregonar que ella era el animal más veloz del bosque, y que se pasaba el día burlándose de la lentitud de la tortuga. - ¡Eh,  tortuga , no corras tanto! Decía la liebre riéndose de la tortuga. Un día, a la tortuga se le ocurrió hacerle una inusual apuesta a la liebre: -  Liebre , ¿vamos hacer una carrera? Estoy segura de poder ganarte. - ¿A mí? Preguntó asombrada la liebre. - Sí, sí, a ti, dijo la tortuga. Pongamos nuestras apuestas y veamos quién gana la carrera. La liebre, muy engreída, aceptó la apuesta prontamente. Así que todos los animales se reunieron para presenciar la carrera. El búho ha sido el responsable de señalizar los puntos de partida y de llegada. Y así empezó la carrera: Astuta y muy confiada en sí misma, la liebre salió corriendo, y la tortuga se quedó atrás, tosiendo y envuelta en una nube de polvo. Cuando empezó a andar, la liebre ya se hab...